Crónicas de un viaje con acento astur: de Valencia a Trubia te cuenta como comprobamos una frase que decía mi padre desde que tengo uso de razón: “En Asturias se come por dos y se suda por cero.”
No sabría decir si era una advertencia o una promesa, pero decidimos comprobarlo por nosotros mismos. La tierra del orbayu, de las vacas felices y los chorizos con nombre de poeta: Chosco, el grande.

Los tres amigos de viaje

El plan era sencillo: recoger a Esther, en Zaragoza, una amiga y compañera profesional del marketing, ella es una de esas personas que te vende hielo con storytelling, y poner rumbo al norte como si fuéramos exploradores del siglo XXI. En lugar de brújula llevábamos Google Maps y mucha hambre. Nuestros tres personajes se conocen por sus profesiones en el mundo digital: Pau (el que decía que venía a relajarse), Ric (el que se creía el GPS humano) y Esther (la que, cuando veía algo bonito, decía: “Esto es muy instagrameable.”)

De Valencia a Zaragoza: misión rescate

Crónicas de un viaje con acento asturEl viaje empezó, como todo lo épico, de madrugada, cuando el reloj aún decía 4:59 y nuestros cerebros no habían arrancado. Pau y Ric salieron desde Valencia en busca de Esther, como si fueran dos hobbits urbanos en dirección a Mordor, solo que en lugar de anillos llevaban café de gasolinera y sueño acumulado. Cocherito iba cargado con todo lo esencial: mochilas demasiado grandes para una semana, snacks de supervivencia (léase: galletas de chocolate y algo que antes fue una manzana), y una playlist cuidadosamente elegida que oscilaba entre temazos ochenteros y silencios incómodos mientras alguien luchaba por no dormirse al volante (¡mentira!, iba bien despierto).

 

La carretera fue una mezcla de amaneceres bonitos y buen rodaje. El sol empezó a salir entre campos eternos de “nada que ver” y polígonos industriales que parecían no tener fin. Pero había emoción: íbamos a por Esther, la pieza clave del equipo. Cuando por fin entramos a Zaragoza, entre bostezos y quejas sobre la necesidad de un tercer café, sentimos que habíamos superado la primera prueba. Y todo antes de las 10 de la mañana. Ya olía a viaje largo, a carretera y a promesas de *fartura. Lo bueno apenas empezaba.

Zaragoza, la recogida y Anguciana

Primera parada: Zaragoza. Recoger a Esther fue como hacer el primer checkpoint de un videojuego. Equipaje al coche, playlist compartida (una mezcla improbable entre reguetón suave y cantautores dramáticos), y rumbo a Anguciana, en La Rioja. Un pueblo con nombre de noble medieval y alma de siesta larga. Noche tranquila, cena descomunal. Empezamos fuertes: platos combinados tamaño industrial, croquetas sospechosamente perfectas y postre doble. Porque se puede.

Crónicas de un viaje con acento astur

Segundo día, el camino a la fartura

Crónicas de un viaje con acento asturDe ahí a la gloria: al día siguiente, pasamos por la provincia de Burgos (fría, sobria, castiza) y luego por Cantabria, donde hicimos parada técnica en Unquera. Allí, en un acto de civilización absoluta, compramos corbatas de Unquera, esos hojaldres azucarados que deberían tener advertencias médicas. Compramos tantas que si las hubiéramos revendido en Wallapop habríamos financiado el viaje.

Ya, en el filo del hambre, hicimos parada para comer en Ribadesella, tierra de dinosaurios, mar bravo y menús con más platos que un servicio de boda. Nos atendieron como a primos lejanos, y salimos con el estómago tan lleno que el coche rozaba el asfalto. Y, por fin: Trubia, el destino final. Pueblo de raíces, frescura y esa sensación de que el tiempo pasa a ritmo de cucharón.

 

Allí nos instalamos, y con “nos instalamos” quiero decir que nos tiramos en el sofá como si nos lo hubieran recetado. Trubia sería nuestra base. Nuestra cueva. Nuestra madriguera con frigorífico lleno y vistas verdes. Aquí empieza la ruta astur deluxe.

Las Caldas: el golf sin golf

Primera excursión: campo de golf en Las Caldas. Alguno sabía jugar, pero eso no importó porque veníamos a comer, no a ganar el Masters de Augusta. Comimos como aristócratas con resaca. Cordero, arroz con pitu, vino decente y postres que daban ganas de aplaudir. Salimos rodando, cual «tonelete»,  pero felices.

Tres colegas 🚗, con @huhuzgz, @imation4430 y #Cocherito con muchas ganas de comer fabes 🍲, dar paseos 🚶‍♂️, sin prisa y sentir el fresquito ❄️ #ProyectoErmitaño #ProyectoSocialbytes #viajar Compartir en X

Las playas y los faros, o cómo morirse de frío con estilo

Asturias, en julio, es un concepto meteorológico único. Puede hacer 17ºC o 29ºC, todo en el mismo día, a veces en la misma hora. Así que decidimos ir a la playa. A muchas playas.

  • Las Salinas: famosa, extensa, ventosa. Agua a -3ºC. Un mar que te insulta con cada ola. Entrar fue como sumergirse en cubitos de hielo y salir fue obligatorio.

  • Rodiles: más grande, más bonita y más llena. Aparcar fue como jugar al Tetris nivel Dios. Pero valió la pena.

  • Candás: con su faro de San Antonio, ideal para fotos y reflexiones sobre la vida… o sobre si volver a comer justo después de haber comido.

  • Playa de la Palmera: sin palmeras, pero con mucha gracia. Ideal para picnic, partidas de cartas y promesas vacías de “mañana madrugamos”.

  • Faro de Avilés: uno de esos lugares donde el viento parece tener opiniones. Pero precioso. Escenario perfecto para selfies existenciales.

  • Xagó: gigantesca, salvaje, perfecta para liberar el estrés. Y el calor. Aunque aquí también el mar se resiste a los cuerpos calientes.

El colofón: Oviedo

La última parada fue la capital. Oviedo, esa ciudad donde cada banco tiene historia, cada escultura un nombre y cada bar una carta de sidra.
Nos sacamos fotos con cada cosa curiosa que veíamos. Fuimos a un bar, escanciamos sidra con más voluntad que técnica y dijimos frases como:
«Esto sí que es vida.”

Comimos —sí, otra vez— y paseamos por el casco antiguo como si fuéramos personajes secundarios de una serie de TV. Bellísimo.

Conclusiones

Crónicas de un viaje con acento astur, te hace recordarVolver de Asturias es como despertarse de una siesta de cuatro días: estás confuso, satisfecho y con un nivel de colesterol que haría llorar a un nutricionista. El viaje nos enseñó grandes lecciones vitales, como que el mar Cantábrico no es agua, es castigo líquido; que en Asturias no se come, se sobrevive a base de platos que podrían alimentar a una familia vikinga; y que “vamos a dar un paseo” en realidad significa “prepárate para subir una colina, sudar fabada y ganarte el postre”.

La báscula ha solicitado baja por estrés y Cocherito sigue oliendo a hojaldre. ¿Volveríamos? Por supuesto. ¿Sobreviviríamos otra vez? Tal vez no. Pero en esta vida hay cosas que merecen ser repetidas, como un buen chorizo a la sidra o una selfie congelada en Xagó. Así que sí: fuimos, comimos y vivimos para contarlo… con *fartura, *orbayu y algo menos de dignidad.

Volvimos a casa con bolsas llenas de recuerdos, arena en rincones sospechosos del coche, y un cargamento de fotos que resumen el viaje en cuatro temáticas: comida, paisajes, pies en playas y selfies con cara de “no quiero volver”.

La tierra de mi padre nos trató como a hijos. Con calor (en el alma, no en el clima), con cariño y con porciones que desafían la física moderna. Comimos, reímos, nos congelamos los pies en el mar y prometimos volver. No sabemos si para repetirlo o para recuperarnos.

Como decía el sabio refrán que inventamos en el viaje:
“En Asturias no se vive, se sobrevive… a base de fartura y orbayu.”

*Notas

*Fartura es una palabra asturiana que viene del verbo fartar, que significa «llenarse» o «saciarse» al comer.
Cuando alguien dice “salí con una fartura…”, quiere decir que comió muchísimo, hasta el límite de lo humanamente soportable.

🔸 Se usa con cariño, humor y orgullo. En Asturias, comer bien es un acto cultural.

Ejemplo:

«Pedimos fabada para compartir y acabamos con una fartura que no podíamos ni andar.»

¿Y el orbayu?

*Orbayu es una palabra preciosa y muy típica del norte (Asturias y parte de Galicia y Cantabria) que describe una llovizna fina, persistente y casi mágica. No es lluvia fuerte ni molesta, pero te cala si no te das cuenta.

🔸 Es ese «chispeo» constante que hace que todo esté siempre verde y húmedo.

Ejemplo:

«No hace falta paraguas, pero el orbayu te va calando poco a poco.»

Así que cuando el texto dice:

“En Asturias no se vive, se sobrevive… a base de fartura y orbayu.”

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Por Ric

Bloggero, Técnico Superior en Internet y Comercio Electrónico, Administrador de sistemas, en mi vida laboral, reconvertido a Social Media Marketing Trabajo en Redes Sociales y Marketing Digital desde el año 2013 Asesoro y colaboro para que el mundo de los negocios digitales sea más accesible a las personas emprendedoras. Para ello estudio y humanizo tu Marca, seas empresa o freelance, y te aporto las estrategias necesarias para conseguir tus objetivos de la manera más sencilla posible "En mi opinión, normal es solo lo ordinario, lo mediocre. La vida pertenece a aquellos individuos raros y excepcionales que se atreven a ser diferentes"

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