La dieta mediterránea y sus encantos, es una historia en la que te voy a contar algo que los médicos no quieren que sepas (no lo tomes muy en serio). Una historia de redención, sanación y carbohidratos. Un testimonio verídico, tan real como una receta de paella sin guisantes, sobre cómo un tiempo en Valencia puede curarte todos los males físicos, mentales y hasta sentimentales.
Spoiler: terminé sin gastritis, sin orzuelo y con un nivel de melanina que me hizo irreconocible.
Un tiempo en Valencia: cómo la paella, la playa y la horchata me curaron el alma (y la gastritis)
Después de mi vuelta a España, desde mi apartamento de Colombia, me encontraba todavía adaptándome al nuevo horario, pero mis pensamientos estaban ya en Valencia, donde mi amigo Pau me invitaba a pasar un tiempo. Así que, como hace mucho que no contaba alguno de mis viajes, este es el momento.
Semana 1: día 1: Llegada a Valencia con Cocherito, una gastritis y una úlcera emocional
Empecé este viaje con el espíritu más flojo que un toldo en marzo. Llevaba días viviendo a base de arroz blanco y manzanilla, en Madrid, porque la gastritis me tenía como rehén. Pero decidí que si iba a morir, al menos sería frente al Mediterráneo y con una horchata en la mano.
El primer día, tuve que rechazar una horchata, la gastritis no me perdonaba y todavía me sentía como un globo aeroestático. Ahora bien, el segundo día… no perdoné la paella. Mi amigo Pau, me llevaba a la Playa del Saler y a su lugar preferido para comer esta delicia gastronómica local.
De esa forma, empecé la terapia: 15 minutos mirando el mar, 10 aplicando protector solar y el primer bañito del año, 20 minutos más, bebiendo horchata como si fuera Aquarius post-maratón.
A partir de ahí, comenzaron las excursiones playeras y la felicidad, para mi estómago y mi alma.
Playa del Arenal, Jávea – Terapia con sol y cuerpos bronceados
- Primera excursión: Playa del Arenal, en Jávea. Un lugar tan bonito que te dan ganas de llorar, pero no puedes porque el sol te ha derretido los lagrimales. Agua turquesa, arena suave como el sarcasmo de un cuñado, y una brisa marina que huele a libertad (y a aftersun).
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Semana 2: Playa del Pinedo – Redescubriendo la felicidad a ritmo de ola
En este ciclo de tiempo, vino a visitarme un orzuelo, no había tenido suficiente con la gastritis, a su vez, la úlcera emocional empezaba a desaparecer, al recibir una llamada.
- Segunda excursión: Al menos, llegaba a esta playa, es la versión relajada de la vida. Menos postureo, más autenticidad. Aquí la gente va a disfrutar, no a sacarse selfies con filtros. Me tumbé a observar cómo una señora con pamela derrotaba al viento con gracia jovial y cómo un perro robaba un bocadillo sin culpa alguna.
Mi estómago, testigo del milagro, empezó a aceptar alimentos sólidos. Entró una arroz con bogavante, suave y meloso, esto hizo llorar de emoción a mi estómago.
Semana 3: Playa del Puig de Santa María – Donde hasta el estrés se toma vacaciones
Esta playa tiene un aire de “verano de infancia”. Familias enteras jugando a las palas, abuelos dando paseos eternos por la orilla, y yo, sentado como un jubilado precoz, comiendo helado de vainilla, con un poco de Baileys mientras escuchaba conversaciones ajenas sin ningún remordimiento.
Un día, a esta playa íbamos más a menudo, tomé mi horchata con tanta intensidad que hasta el camarero me preguntó si todo iba bien. Va excelente, caballero. No tenía ni un solo síntoma, y empezaba a sospechar que Valencia estaba equipada con algún tipo de campo electromagnético que desactiva enfermedades y activa el buen rollo. El orzuelo empezó a encogerse a la segunda horchata granizada. Coincidencia, no lo creo.
Bonus track: Montanejos – Excursión al nirvana termal
¿Y qué hace uno cuando ya no tiene dolencias físicas? Se va a Montanejos, en Castellón, para curarse el alma.
- Tercera excursión: Aguas termales en plena naturaleza, una temperatura perfecta y la sensación de que el estrés, como los peces en el río, se te escapa entre los dedos. Allí floté durante dos horas como una croqueta en aceite caliente, pensando que si me moría ahí, al menos lo haría con la piel hidratada.
Un buena excursión gastronómica después, confirmé que mi cuerpo había sido reseteado. Se acabaron las digestiones lentas, los ardores y las noches en vela. Había sido oficialmente valencianizado. El orzuelo, mientras tanto, ya parecía más bien un mal recuerdo.
Los tardeos de horchata 🥛 y comer paella 🥘, este es mi homenaje, Valencia es saludable y bella #ProyectoSocialbytes #relato #viajar #viajardespacito Compartir en XTardeos de horchata, una nueva tradición
Entre estos días de excursión y playa, descubrí lo que debería ser patrimonio inmaterial de la humanidad: el tardeo de horchata. Esa costumbre sagrada de sentarse, sobre las 8 de la tarde, en una terraza, con el sol todavía pegando y el alma sedienta, y pedir una horchata bien fría y con los tradicionales fartons.
Si la paella es recomendable, la horchata es una saludable opción. Y yo, adicto al café y las bebidas gaseosas, fui salvado. Reemplacé, por el momento, la cafeína colombiana por chufa y no me arrepiento. Incluso pensé en tatuarme una horchata en el gemelo. Luego se me pasó, porque ya estaba planeando otro tardeo.
Epílogo: Viaje exprés a Murcia – 24 horas, cero control
Justo cuando pensaba que ya no podía mejorar, pensé: Tengo algunos asuntos que arreglar en Murcia, ahora me queda cerca, “¿me voy a pasar un día?”. ¿Y cómo decir que no a una ciudad donde me tratan siempre bien?
Fueron 24 horas de caos, cariño, limón y croquetas. Reencuentros con amigos que te abrazan como si no tuvieras olor a mar, risas hasta doler la cara y tapas que ignoran la palabra “moderación”. Entre almuerzos, cervecitas y conversaciones a gritos, confirmé que a veces el corazón necesita una buena noche murciana para recordar que sigue latiendo.
Dormí pocas horas. Y fue más reparador que diez sesiones de meditación guiada con voz de monje tibetano.
Conclusiones
La dieta mediterránea y sus encantos no es solo turismo. Es medicina alternativa, es terapia intensiva sin bata blanca, es un retiro espiritual con socarrat. Llegué con gastritis, orzuelo, y el alma hecha un trapo. Me fui con bronceado, tripa llena y la necesidad imperiosa de enviar postales con frases como: “Vine buscando playa y encontré paz”.
Si te duele algo, cualquier cosa, desde una vértebra hasta el orgullo, te lo digo sin rodeos: ponte una gorra, compra protector solar factor 50 y vete a Valencia. La cura está entre la playa del Saler, un tardeo de horchata y una buena paella. Y si aún te queda alguna molestia… siempre puedes hacer una escapada exprés a Murcia. Allí también hay milagros.
Me fui enfermo, volví mediterráneo
Recuerda que esta entrada está pensada como un sarcasmo y en tono de humor, si tus afecciones son graves, no dudes en acudir a tu médico.
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Me alegro que la dieta de mi tierra te librará de los fantasmas con pulgas que traias . 😁.
Hola Pau
Gracias por pasar y comentar compañero.
La verdad es que fue reconfortante, ¡recibe un abrazo amigo!
Yo soy de Murcia, donde se disfruta de la dieta mediterránea. Saludos
En Murcia es donde tengo fijada mi residencia española, conozco bien esa tierra, le tengo mucho cariño, saludos compañero!